Bratislava, pequeña capital de un gran imperio
Si una trivia incluyera la pregunta "¿cuáles son las dos capitales del mundo que se encuentran a menor distancia?", estoy seguro que jamás se te ocurriría responder: Viena y Bratislava. La primera, capital de Austria, es una de las tres Ciudades Imperiales (Viena, Praga y Budapest), mientras que Bratislava es la capital de Eslovaquia, a sólo 60 kilómetros de viena, y cuya azarosa historia la ha ubicado en diferentes países de cambiantes nombres, en la no menos azarosa historia de Europa del Este.
Sin embargo Bratislava dista mucho de ser la "gran capital" que acude a nuestra mente, al punto de que muchos austríacos, la consideran casi un "suburbio" de Viena. Sin embargo, la ciudad, pequeña, cosmopolita, pintoresca y relajada, se asemeja más a un pequeño pueblo de provincia que a una urbe capitalina europea.
Cuando con el nombre de Presburgo fue capital de Hungría, esta ciudad jugó un papel decisivo en los Siglos XVI al XVIII, hasta que comenzó a ser disputada por las diferentes modificaciones que las luchas civiles primero y el comunismo después, fueron imponiendo en esta parte del continente.
Sólo un día en el itinerario es suficiente para conocer Bratislava y dejarse seducir por su tranquilidad pueblerina. Su casco histórico bien merece una visita, pues su arquitectura exquisita, sus calles de adoquines, los suaves colores de sus fachadas, son un atractivo imperdible.
Allí podrás encontrar una singular escultura, la del "fotógrafo escondido", que acecha en una esquina y que corresponde a un grupo de tres singulares estatuas que se distribuyen en el área: la de un obrero descansando y cuya mirada apunta directamente a las "faldas" de las transeúntes, y otra de un vagabundo de principios de siglo XX que luce levita y sombrero de copa.
La Catedral de San Martín, de estilo neogótico, conserva algo de su majestuosa factura, y el sello histórico de haber sido el ámbito para la coronación de 19 monarcas en épocas que Bratislava era la capital del Imperio Húngaro. Por su parte el Castillo que preside la ciudad desde lo alto de una colina, resulta algo decepcionante, puesto que muy pocas dependencias se encuentran abiertas a la visita del público y otras están destinadas a exposiciones y muestras de artistas locales.
Otros atractivos singulares justifican la visita a esta pintoresca ciudad, pero insisto, un día es más que suficiente. Con medios de transporte frecuentes y cómodos entre Bratislava y Viena, podemos sugerirte que la visites como harías con cualquier otro atractivo turístico que pudieras conocer partiendo de la capital austríaca.
Una excursión que merece la pena para tomar contacto con la europa oriental de antaño, donde el tiempo parece haberse detenido.
Sin embargo Bratislava dista mucho de ser la "gran capital" que acude a nuestra mente, al punto de que muchos austríacos, la consideran casi un "suburbio" de Viena. Sin embargo, la ciudad, pequeña, cosmopolita, pintoresca y relajada, se asemeja más a un pequeño pueblo de provincia que a una urbe capitalina europea.
Cuando con el nombre de Presburgo fue capital de Hungría, esta ciudad jugó un papel decisivo en los Siglos XVI al XVIII, hasta que comenzó a ser disputada por las diferentes modificaciones que las luchas civiles primero y el comunismo después, fueron imponiendo en esta parte del continente.
Sólo un día en el itinerario es suficiente para conocer Bratislava y dejarse seducir por su tranquilidad pueblerina. Su casco histórico bien merece una visita, pues su arquitectura exquisita, sus calles de adoquines, los suaves colores de sus fachadas, son un atractivo imperdible.
Allí podrás encontrar una singular escultura, la del "fotógrafo escondido", que acecha en una esquina y que corresponde a un grupo de tres singulares estatuas que se distribuyen en el área: la de un obrero descansando y cuya mirada apunta directamente a las "faldas" de las transeúntes, y otra de un vagabundo de principios de siglo XX que luce levita y sombrero de copa.
La Catedral de San Martín, de estilo neogótico, conserva algo de su majestuosa factura, y el sello histórico de haber sido el ámbito para la coronación de 19 monarcas en épocas que Bratislava era la capital del Imperio Húngaro. Por su parte el Castillo que preside la ciudad desde lo alto de una colina, resulta algo decepcionante, puesto que muy pocas dependencias se encuentran abiertas a la visita del público y otras están destinadas a exposiciones y muestras de artistas locales.
Otros atractivos singulares justifican la visita a esta pintoresca ciudad, pero insisto, un día es más que suficiente. Con medios de transporte frecuentes y cómodos entre Bratislava y Viena, podemos sugerirte que la visites como harías con cualquier otro atractivo turístico que pudieras conocer partiendo de la capital austríaca.
Una excursión que merece la pena para tomar contacto con la europa oriental de antaño, donde el tiempo parece haberse detenido.
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